domingo, 15 de julio de 2007

Tercera España

"Los adversarios compiten para alcanzar el poder respetando las actitudes de sus rivales aunque sean contrarias a las suyas. Los enemigos, en cambio, se combaten entre sí, pretenden excluirse mutuamente, expulsar al otro del territorio común para que no vuelva a pisarlo. La democracia es un mundo de adversarios ... " Francesc de Carreras

A. Machado
"Tenemos otra tarea: la sutura. (..) Restablecer la confianza y la complicidad entre españoles debería ser una tarea prioritaria en estos momentos ... " Arcadi Espada


Una de las novedades de la presente legislatura es el desentierro de las llamadas "dos Españas", esas que ya denunciara Machado y que han aparecido cíclica mente en la historia española, en forma de fracturas y divisiones en la sociedad cuya expresión más cruenta se vivió, quizá, en la guerra civil de 1936. Las "dos Españas" que hoy vuelven a ocupar artículos, comentarios y discursos hacen referencia, en ocasiones, a aquel enfrentamiento, que ha vuelto a la actualidad a merced de la revisión histórica que la izquierda gubernamental y poderosos sectores de la derecha han puesto irresponsablemente en marcha en nuestro país. Pero, en otras ocasiones, las "dos Españas" vienen a indicar la pendiente sectaria y excluyente por la que se desliza desde hace años la política española de la mano de los dos grandes partidos y sus satélites. Una pendiente que se observa en la consideración del otro como un enemigo a erradicar, y no como un adversario con el que competir; en la política de trincheras, en el desprecio a las instituciones por parte de quien debería velar por ellas, la sustitución del debate y la deliberación por el ruido y el cruce estéril de descalificaciones, la estigmatización de la discrepancia y la exaltación de un concepto marcial, monolítico, de la unidad en las organizaciones políticas.
Frente a esta resurrección de las "dos Españas" y los riesgos que acarrea de fractura política y social, degradación democrática y parálisis institucional, Ciutadans reivindica el valor de la "tercera España" como un espacio cívico ajeno a la tierra quemada, la confrontación sistemática y el ruido estéril que inunda el panorama político español. En la medida en que las "dos Españas" no se definen ideológicamente, sino por la actitud dogmática y frentista con la que se acercan el debate político y tratan a sus adversarios; la tercera España que reacciona contra esas dinámicas tampoco puede describirse en esos términos. La tercera España no es, pues, ningún "centro" equidistante o fruto de la triangulación entre las "izquierdas" y las "derechas", ningún punto intermedio entre extremos del espectro político. No es una ideología del punto medio, sino una determinada forma de ejercer, defender y aplicar las distintas ideologías democráticamente asumibles. Y es que la tercera España no puede conformarse ni con la democracia de bloques en que está degenerando el régimen constitucional, cuyo espíritu se extiende y contagia la práctica totalidad de las instituciones públicas, ni con la inquietante fractura que amenaza con abrirse en la sociedad española ante la pasividad, cuando no irresponsable complicidad, de unas élites mediocres que se mueven mejor en medio del ruido que en un debate sereno. Lo que da sentido a este 'tercerismo' es una concepción de la democracia en la que ésta no se limita a una simple métrica de las mayorías, sino que comprende un sistema de discusión y toma de decisiones colectivas en la que la lealtad a las instituciones, la asunción de la pluralidad, el reconocimiento del adversario, la deliberación racional conjunta, la legitimidad de las mayorías y el respeto a las minorías son elementos centrales y, por tanto, no negociables.
En ese sentido, nuestro partido no puede pretender patrimonolizar una 'tercera España' que es, por definición, ideológicamente diversa, políticamente heterogénea y, por tanto, inasequible a cualquier intento de apropiación por parte de ningún partido. Pero, sin monopolizar un inconformismo cívico del que no es titular exclusivo, Ciutadans sí que puede y debe aspirar a consolidar una alternativa de progreso, heredera de las tradiciones ilustradas, capaz de ir más allá de las derivas sectarias, excluyentes y endogámicas en que están inmersos los grandes partidos. Capaz de articular un discurso que supere los debates identitarios y las fracturas maniqueas, incida en la centralidad de la ciudadanía y profundice en un modelo de democracia cívica y deliberativa en la que los ciudadanos sean protagonistas de un debate racional y no espectadores de una estéril colisión permanente. Una alternativa, en definitiva, capaz de ilusionar a aquellos a los que aún ninguna de las "dos Españas" ha conseguido helarles el corazón, la pasión y el compromiso por la democracia, la ciudadanía y el progreso conjunto.
Apuntes sobre consideraciones relativas a orientación política en C's.
Juan Antonio Cordero.

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