martes, 29 de abril de 2008

La izquierda, hoy. La izquierda sinecdótica y su instinto de capitulación

Hay un tercer adversario que, en mi opinión, supone hoy una mayor amenaza que la derecha liberal y las ideologías identitarias para el proyecto de la izquierda cívica. Y es tanto más peligroso cuanto más cercano parece. Me refiero a lo que podríamos denominar “izquierda sinecdótica”. Puede extrañar la observación. Pero dicen que no hay peor enemigo que el falso amigo, el false friend que dicen en inglés (y tiene correspondencias en otras lenguas) para referirse a las palabras que suenan igual pero no significan ni lo mismo, ni parecido. Y los planteamientos que designamos como izquierda sinecdótica son casos paradigmáticos de false friends, en términos políticos claro, porque se envuelven en la palabra “izquierda” como otros en la bandera, pero aplican y fomentan unas políticas que son abiertamente contrarias no ya al concepto de ciudadanía, que también, sino a los principios de igualdad y de libertad que han fundamentado históricamente la tradición de la izquierda democrática. En ese sentido, el peligro de esta supuesta izquierda para el modelo de ciudadanía que se ha planteado puede ser el mismo que el de los más acérrimos detractores, pero a este peligro hay que sumar, además, la pretensión de hacer pasar su vocación antiigualitaria y antiliberal como legítima heredera de la tradición de la izquierda democrática.

Desgraciadamente, hablar de “izquierda sinecdótica” es hablar de posiciones y situaciones bien actuales y bien conocidas en las élites dirigentes de los partidos que se dicen de izquierdas en Cataluña y en toda España. Podemos volvernos a fijar en el Partit dels Socialistes, y a su hermano mayor, que están orgullosísimos de haber hecho lo imposible por aprobar un texto, el nuevo Estatuto de Autonomía catalán, en el que los “derechos históricos del pueblo catalán” se emplean para legitimar parcialmente unos derechos y deberes propios para los catalanes. Eso será lo que sea, pero está muy lejos de los principios de ciudadanía, de igualdad y de libertad que se supone que un partido de izquierdas tendría que hacer suyos, que están en la base de la tradición de la que se dicen herederos. Ahí está la sinécdoque, en creer que la izquierda se acaba en una etiqueta vacía que pueden manipular a su antojo.

Con ser grave el seguidismo nacionalista de la izquierda oficial en España, la tendencia sinecdótica, o, lo que es lo mismo, la confusión entre la parte y el todo, es un rasgo que se manifiesta en diversos ámbitos y que no es privativo de los partidos de la izquierda oficial catalana, ni siquiera española, sino que responde a motivos más estructurales.

El ideario de la izquierda es un ideario de emancipación y, como tal, es un ideario que implica una vocación transformadora ambiciosa. Las sucesivas propuestas políticas de la izquierda tienen que conciliar los principios ideológicos con la realidad social, política y económica de cada circunstancia, pero no pueden renunciar ni perder de vista la ambición liberadora, que sólo puede concretarse, visto lo lejos que estamos de una sociedad de personas igualmente libres, en una clara vocación transformadora. Pero las izquierdas institucionales parecen haber renunciado a transformar la realidad. Por impotencia, por desidia o por apoltronamiento, los partidos que representan la continuidad histórica, orgánica, de la tradición de izquierdas, apuestan cada vez más por un perfil aséptico y de muy bajo nivel en la gestión pública, en los que el pragmatismo, la supervivencia orgánica y la insignificancia ideológica han desplazado el compromiso político fuerte con los ciudadanos y con los ideales que dicen representar.

Se ha renunciado, decía, a transformar la realidad y a avanzar efectivamente hacia una sociedad de personas igualmente libres. En vez de actuar sobre la realidad, sobre las causas reales de las desigualdades, que es delicado, complejo y suele requerir de esfuerzos sostenidos, hay sectores de esta izquierda oficial que prefieren invertir sus energías en actuar contra aproximaciones más asequibles de la realidad. Se interviene así en la lengua, construyendo o moldeando un lenguaje políticamente correcto que llega en ocasiones a extremos realmente ridículos (todos recordamos el “nosotros y nosotras” del señor Anguita), pero también se intenta condicionar en la publicidad o en los medios de comunicación, de manera que éstos se hagan eco de patrones sociales idílicos, según la concepción de turno. Lo grave no es que estas intervenciones se incorporen a una lucha contra la desigualdad y la exclusión social que puede ser multidimensional; sino que en ocasiones vienen a sustituirla. Como si el idioma, los medios de comunicación y la publicidad fueran las causas, y no las consecuencias, de desequilibrios graves en la sociedad que requieren menos ingeniería lingüística, o audiovisual, y más compromiso político. Como si fuera nuestra percepción la que condiciona la realidad, y no al revés. Pura sinécdoque y puro fuego de artificio, que si no resuelve los problemas, los desequilibrios y las desigualdades, los maquilla, los endulza, y los esconde bajo una superficie de corrección política.

Juan Antonio Cordero Fuertes

viernes, 25 de abril de 2008

El libro que corre de mano en mano




El Día 23, día de S. Jordi además de celebrarse el día de los catalanes, el día de la rosa, y del libro, el sistema nacionalista que gobierna la sociedad catalana celebró el boicot al libro de A. Robles: 'Extranjeros en su país' ninguna librería permitió que Robles firmara ejemplares de su libro.

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martes, 22 de abril de 2008

Derechos y símbolos




El pasado 4 de abril, se inauguró en Berlin la primera Delegación catalana en el exterior. El vicepresidente del Govern, Carod Rovira la presidió con ademanes de un jefe de Estado. Habló de relaciones internacionales entre "Cataluña" y "Alemania". Nada nuevo. Y como valor simbólico, la bandera catalana en solitario. La eterna voluntad de ser.

El diputado de C's, Pepe Domingo, que junto a otros representantes del Parlamento de Cataluña y Ayuntamientos se había desplazado para la ocasión recriminó a Carod Rovira la ausencia de la bandera española y se negó a figurar en la foto del acto en protesta por la ilegalidad. Su gesto fue ridiculizado por un representante de ERC con la gracia esa de: "la bandera española está en la tintorería". Nadie de la delegación le arropó ni le entendió. O lo entendió demasiado y por eso calló.

Se incumplía una vez más el mandato del artículo 3 de la ley 39/1981, de 28 de octubre, por el cual "La bandera de España deberá ondear en el exterior y ocupar el lugar preferente en el interior de todos los edificios y establecimientos de la Administración central, institucional, autonómica, provincial o insular y municipal del Estado", mandato legal que ha sido ratificado en sentencia de la Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Supremo, de fecha 24/7/2007.

Cuatro días después partíamos otra delegación del Parlamento hacia Marruecos. La comisión de Agricultura, Acción rural y Alimentación, la formábamos 9 parlamentarios y una persona de protocolo. El Conseller de Agricultura, Joaquin Llena, el vicepresidente Sr. Carod Rovira y el presidente José Montilla iban por separado. Los empresarios del ramo, también. Al facturar las maletas en el aeropuerto del Prat, me di cuenta que todas ellas llevaban un lazo muy visible en el asidero. Era la bandera catalana.

Lo que les voy a contar a partir de aquí es más propio de niños de primaria que de personas adultas, pero venzo el ridículo del caso, porque estos juegos símbólicos se han convertido en ejes fundamentales de la política catalana.

Pronto me invitaron a sumarme a la identificación patriótica. Educadamente decliné. La presión fue en aumento en el aeropuerto de Casablanca. La espera en la cinta de equipaje ya fue acaso. Con buen rollito, pero acoso. Me seguí resistiendo. Me dieron incluso argumentos razonables: "la identificación del equipaje del grupo nos ayuda a controlarlo mejor". Y entré al trapo: "Si la identificación es tan neutra, ¿cuántos de vosotros hubierais accedido a poner el lacito si hubiera sido la bandera española? La impertinencia me convirtió a sus ojos en la cabra de la legión. Tan interiorizado tienen el rechazo al símbolo constitucional español por excelencia, que el propio argumento sólo les inspiró condescendencia hacia mí. Ni siquiera se les ocurrió por qué me negaba a poner la senyera o si tal rechazo, lo era a su sectarismo con la española. Llovía sobre mojado. El gesto de mi compañero en Berlín, estaba inspirado en la defensa de los derechos constitucionales que la presencia de la bandera española representa, y su queja iba contra el soberanismo particular que imponía el vicepresidente de ERC, cuando su cargo le obliga a representar a todos los catalanes. Pero todo eso me era imposible trasladarlo a quienes consideran a la bandera española como la expresión del colonialismo español.

El primer acto del día siguiente en Casablanca reunía a más de cien empresarios catalanes y marroquíes con la presencia del presidente y vicepresidente de Cataluña, el conseller de agricultura, el embajador español, el ministro de economía marroquí, otras autoridades y el conseller de Comercio, Turismo y Consumo, Josep . Huguet, de ERC. La primera en la frente; empezó éste marcando territorio soberanista con el anuncio, que ya había hecho la semana anterior en un encuentro empresarial marroquí/catalán en Barcelona, de la conmemoración el próximo año, de los cien años del ataque con armas químicas del ejército español al Rif marroquí. El conseller independentista quiso dejar claro que los catalanes no participaron de ese genocidio ni tienen esa mentalidad. Hubo aplausos. Ahora no era la senyera, era la demagogia desnuda de un representante del Govern catalán desenterrando muertos y guerras para dejar claro que Cataluña es pacífica y amiga de Marruecos, pero no España. El embajador español ni pestañeó. En la mesa donde me encontraba, había un centro con tres banderas, la marroquí, la española y la senyera. A la española la habían arriado alguno de mis compañeros diputados. Yo la puse en su lugar. Nuevas críticas en clave lúdico, pero escarnio al fin.

A la mañana siguiente, desde la ventana de la habitación del Hilton de Rabat me di cuenta que en sus altos mástiles de entrada, ondeaban 26 banderas, también la catalana; pero no la española. Esa misma mañana pedí a protocolo una senyera. Bajé a recepción, pedí unas tijeras, doblé la cinta con la senyera por la mitad y la corté. Hice un lazo en un lado del asa de la maleta con una de las mitades y con la otra mitad recorté dos franjas rojas para sacar de ella una española y la puse en el otro extremo del asa. Me sentí ridículo al arrastrar una maleta con dos banderas atadas a su asa, ya que nunca fueron santo de mi devoción estos chances simbólicos, pero he empezado a comprender que estos símbolos representan derechos y cuando alguno de ellos se arría, se eliminan también los derechos que amparan. ("Esos trapos llamadas banderas")

El resto del viaje fue un auténtico calvario para que algunos de mis compañeros diputados no me la desataran o quemaran con el mechero. Todo de buen royo, pero de buen royo defendí hasta el final del viaje los derechos constitucionales que amparan ambos símbolos. Senyera y española llegaron intactas a Barcelona.

Esa misma mañana, nos recibía la comisión de agricultura en el Parlamento marroquí. Presidían la reunión dos banderas inmensas, la marroquí y la catalana. Al final de mi intervención y después de haber agotado mi tiempo en la industria de energías renovables le dije desenfadadamente a quien presidía la delegación marroquí, M.Chafik Rachadi: "Les estamos muy agradecidos por la deferencia de presidir esta reunión nuestra bandera catalana junto a la marroquí, pero me sorprende la ausencia de la bandera española". Los marroquís recibieron el comentario cómplices y risueños, mientras nuestro presidente Sr. Grau, salía al paso raudo para aclarar que en Cataluña somos muy plurales.

Al salir de la reunión, el representante de ERC, Miquel Carrillo me afeaba la conducta con malas pulgas. Le corté, no estaba dispuesto a que me impusiera lo que debía o no debía sentir, pensar o decir como representante electo de Cataluña.

Puede parecer ridícula esta pequeña escaramuza de símbolos, pero a veces uno no sabe a ciencia cierta si los muchos millones gastados por los eventos de nuestras delegaciones al exterior son para estrechar relaciones comerciales o para vender la nación catalana. (Recuerden cuando Carod Rovira se negó a participar en un acto en Israel hasta que no retiraron la bandera española, o el montaje de la Feria del Libro de Frankfurt). Ese, creo, es el verdadero negocia de la vicepresidencia que preside Carod Rovira, al menos ellos viven de él.

Antonio Robles - Diputado de Cs en el Parlament

sábado, 19 de abril de 2008

La izquierda, hoy. Adversarios clásicos de una izquierda cívica

Juan Antonio Cordero Fuertes

Hemos presentado un modelo de ciudadanía que supone, en algún sentido, una síntesis entre el ideario de la izquierda o del socialismo democrático y la realidad de unas sociedades en las que la globalización y los procesos de modernización, integración e interdependencia que de ella se siguen están actuado en sentidos quizá contradictorios, pero siempre de forma relevante. Hemos intentado esbozar, de una manera muy esquemática, qué virtudes puede tener este modelo de ciudadanía en la construcción de la sociedad de ciudadanos igualmente libres a que aspira la izquierda.

La articulación del proyecto de la izquierda entorno al modelo de ciudadanía tiene la virtud de aclarar la posición de esa concepción de la izquierda en el universo político. Es decir, permite identificar con una cierta claridad dónde están los adversarios, que son los discursos que, de una forma u otra, cuestionan esta idea de ciudadanía, y cómo de graves son las discrepancias.

El paradigma nacionalista, y por extensión cualquier forma de particularismo, es el ejemplo paradigmático del rechazo no ya a este modelo de ciudadanía, sino a cualquiera que pueda plantearse. Las ideologías de la identidad se sitúan en un esquema político previo al que inaugura la noción de ciudadanía. Permanecen en un mundo en el que las adscripciones trascendentes, a una lengua, a una fe, a una “cultura”, a una etnia, a una Historia, a un territorio, obligan y condicionan al individuo. No lo enriquecen, lo marcan como a una res de ganado. Para el particularismo, antes se es miembro de la tribu, la que sea, que persona libre. Hay unas declaraciones de un destacado líder del PSC que ilustran a la perfección esta idea: venía a decir que ellos, los miembros del PSC, eran antes catalanes que socialistas. Ésa es precisamente la antítesis de la ciudadanía: el dar mayor relevancia a una adscripción identitaria, al sitio donde naciste, en este caso, que al pensamiento libre de los individuos. Las ideologías identitarias, el nacionalismo entre ellas, resultan, en definitiva, radicalmente incompatibles con cualquier idea de ciudadanía porque no creen en la persona como sujeto de derechos, de libertades y de responsabilidades. Los sujetos son otros, naciones (naciones, y no individuos) que tienen derecho a la autodeterminación, lenguas que tienen derecho a ser conservadas y empleadas en los cines, lo quiera la gente que las habla o no, culturas con derecho a permanecer inalteradas y conservar sus ritos, aunque estos sean contrarios a la dignidad humana y a los intereses de las personas que no quieran ver lastrados sus derechos ni por lenguas, ni por culturas, ni por naciones. Y eso es un desacuerdo central, definitivo, irresoluble, con la izquierda cívica, la izquierda comprometida con el modelo de ciudadanía al que hacíamos referencia anteriormente.

La derecha liberal, y remarco lo de liberal, contempla un concepto de ciudadanía. Que no es el mismo que el de la izquierda cívica, pero se encuentra más cercano a ésta que el proyecto premoderno de cualquier ideología identitaria. Ya hemos hecho algunas consideraciones sobre la naturaleza de las diferencias entre derecha liberal e izquierda democrática, que son, por lo demás, los polos clásicos de la confrontación política en una democracia de ciudadanos, y no volveré ahora sobre ello. Ambas pueden reconocerse en la proclama revolucionaria de “Libertad, Igualdad, Fraternidad”, pero la coincidencia se acaba cuando se explorar de qué libertad, de qué igualdad y de qué fraternidad se trata, más allá de un acuerdo mínimo. Se trata, por tanto, de modelos diferentes de la ciudadanía, que redundan en concepciones diferentes de la libertad y, en consecuencia, en proyectos separados, y claramente diferenciados, para las sociedades modernas.

miércoles, 16 de abril de 2008

Es sumamente fácil de cumplir



Efectivamente. Es sumamente fácil de cumplir, pero los señores que dirigen el Gobierno de Catalunya con la complicidad del Gobierno Central del PSOE, se lo pasan por el forro.

Se hacen los “suecos” ponen cara de cordero degollado o beato asombrado, como Montilla, o ese Bernat, personificación de la estupidez humana. Toman como mandamiento divino una ley excluyente y antidemocrática, e ignoran las sentencias del TSJC que obligan a incluir una casilla para que los padres puedan elegir el castellano como lengua vehicular para educar a sus hijos.

Antonio Robles y Albert Rivera tratan una vez más de razonar con los que no quieren oír.

Cómo qué sus más que buenas intervenciones en el Parlament no son sacadas por los medios audiovisuales, pongo los videos más abajo, para que podamos escuchar razones como montañas, ya qué nunca las oiremos, ni las veremos en la tele, cosas de este nuevo fascismo que nos envuelve:


Antonio Robles comisión P.Cultural 26/3/2008



Albert Rivera pregunta elección lengua 2 abri 2008

domingo, 13 de abril de 2008

L'acudit evoluciona




Anys enrera circulava un acudit que deia que un aspirant a entrar al PCE havia de superar un examen de 3 preguntes:

- Si tens 2 cotxes, què fas?
- Un per mi i l'altre pel partit.
- Molt bé. I, si tens 2 xalets?
- Un per mi i l'altre pel partit.
- Molt bé. I, si tens 2 vaques?
- Aquesta és més difícil!
- Però si és el mateix.
- No, que 2 vaques sí que les tinc!

Doncs bé, es veu que l'acudit ha evolucionat i ara són ecologistes els que s'oposen a qualsevol transvassament a no ser que els que pateixin la sequera siguin ells.


Xavier Garrós Jové Soses, Lleida 10/04/2008

sábado, 12 de abril de 2008

La Izquierda, hoy. Globalización y Ciudadanía

Juan Antonio Cordero Fuertes

Hemos presentado, a grandes rasgos, lo que entendemos que son los elementos nucleares de la izquierda. La aspiración y el compromiso con una sociedad de personas igualmente libres, por un lado. La igualdad, entendida ésta como condición para la emancipación. Y la libertad para ser, entendida como la capacidad para desarrollar autónomamente las capacidades y las aspiraciones propias, sin que las condiciones sociales, económicas o de otro tipo sean obstáculo para ello. Esos son los valores que dan sentido y continuidad, en nuestra opinión, al ideario de izquierdas a lo largo de la Historia.

A partir de esta caracterización, cabe preguntarse cómo se concreta ese ideario en las circunstancias actuales. En unas sociedades, las occidentales, modernas, posindustriales, que han ganado complejidad y dinamismo en las últimas décadas, en las que la estructura productiva, social, política, económica y motivacional se ha visto afectada por graves cambios a los que, por cierto, no han sido ajenas las fuerzas de la izquierda. Unas sociedades que han afrontado, con mayor o menor fortuna, con cierto éxito, unas fracturas sociales pero que se enfrentan en la actualidad a otras nuevas para las que no hay recetas.

Cuando los problemas cambian de forma, también tienen que hacerlo las respuestas, las propuestas y las alternativas. Sólo adaptando los programas a los retos del momento puede mantenerse vivo el ideario de la izquierda. Quiero remarcar una vez más que es la permanencia del ideario lo que da sentido y continuidad a la izquierda, y no la fosilización de recetarios concretos que son, o pretenden ser con más o menos acierto, la síntesis entre el ideario y unas situaciones políticas, sociales y económicas condenadas a cambiar y a arrastrar, con ellas, las propuestas concretas.

En esa síntesis entre ideario y retos, cualquier actualización, cualquier reformulación del proyecto socialista o de la izquierda pasa hoy, antes o después, por la globalización. La globalización es el elemento determinante y crucial en las transformaciones que están viviendo las sociedades, occidentales o no, y el entramado de relaciones que las vinculan entre sí y con el resto de agentes políticos, económicos y sociales. Podemos definirla como una amalgama de procesos y fenómenos que operan en diferentes ámbitos y en múltiples direcciones, no siempre coincidentes y en ocasiones contrapuestas, cuyos efectos, tanto positivos como negativos, se están dejando sentir y se dejarán sentir aún más en la vida diaria de los ciudadanos. Su importancia la convierte en imprescindible a la hora de renovar y adaptar un proyecto político de emancipación y progreso de la izquierda.

Los riesgos de la globalización, también las oportunidades que brinda, son perceptibles en muchos fenómenos de actualidad hoy en día, en España y a nivel europeo. No pretendemos hacer una exposición exhaustiva, que además de desbordar el ámbito de esta conferencia, se limitaría a seguir en lo esencial las reflexiones de los estudiosos de este tema, pero sí que pueden mencionarse algunos riesgos suficientemente ilustrativos y muy cercanos, además, al núcleo del mensaje político, de las preocupaciones de Ciutadans. Podemos hablar, por ejemplo, de la consolidación de instancias globales de poder económico que operan al margen, cuando no abiertamente en contra, de las estructuras políticas susceptibles de control democrático. O de la debilidad creciente de los Estados y su incapacidad para afrontar en solitario los problemas de la ciudadania a la que se deben. Las tensiones en los sistemas de protección europeos y el fenómeno de las deslocalizaciones son buenas muestras de ello. Podemos mencionar la devaluación de la democracia en un contexto en el que las decisiones y el poder real tiende a transferirse a instancias técnicas, burocráticas o de alcance supranacional. O la creciente brecha entre clase política y ciudadanía, en la que influye tanto la convicción de la irrelevancia de lo que se vota, porque las decisiones se toman “más arriba”, como la incapacidad del sistema de partidos verticales para reflejar adecuadamente la realidad de una sociedad cada vez más compleja y poliédrica. Podría señalarse, incluso, a la globalización como uno de los elementos que pueden explicar la reacción o el repliegue identitario, el auge de nacionalismos y fundamentalismos y la vuelta a la fe, la patria o la etnia como últimos refugios en los que protegerse de un vendaval que amenaza con cegar los cauces de participación política y desmantelar las estructuras de protección social.

Quizá lo más relevante para el tema de hoy son las amenazas que la globalización y sus procesos derivados suponen para el Estado. No tanto por la amenaza contra el Estado en sí, sino porque el Estado constituye hoy el espacio y la estructura en la que se produce la participación política de los ciudadanos, por un lado; y es el garante de los derechos y las libertades individuales, por otro. La erosión al Estado, que se produce “por arriba” (en forma de transferencias explícitas o implícitas de poder hacia instancias globales) y “por abajo” (crecimiento de las tendencias identitarias que cuestionan la autoridad estatal) supone o contribuye también a un debilitamento de la democracia y a una mayor indefensión, en general, del ciudadano frente a los poderes económicos y mediáticos globales. En el caso de España, la erosión “desde abajo”, es decir, la incidencia identitaria, es más fuerte que en otros lugares porque la debilidad del Estado y sus dificultades para entroncar con un proyecto cívico y nacional bien definido alientan y momentan dinámicas centrífugas en este sentido.

En el fondo, estamos hablando del ideal de ciudadanía. De alcance, de fortaleza, de calidad, de profundización en la ciudadanía. No es un concepto original, pero es un concepto cuyo despliegue completo cristaliza las aspiraciones socialistas en las circunstancias y en las sociedades de hoy. Porque es el concepto de ciudadanía, en último término, lo que se ve o se puede ver cuestionado por unos procesos de globalización que devalúan la democracia y potencian la tentación identitaria, ya sea ésta de signo nacionalista, religioso, lingüístico o de cualquier otro tipo. Pero si el concepto de ciudadanía puede verse amenazado por algunos de las dinámicas globalizadoras, también es el concepto de ciudadanía, o un determinado concepto de ciudadanía, el que puede recoger en toda su amplitud, y en el contexto actual, los valores y los principios (igualdad para la libertad) del ideario de la izquierda.

Frente a las amenazas que pueden plantear la globalización y los procesos que de ella se derivan sobre los derechos, las libertades y el bienestar de los individuos, la reinvidicación de un determinado modelo de ciudadanía constituye una respuesta sólida y coherente desde la perspectiva de la izquierda. La ciudadanía engloba, bajo esa perspectiva, los instrumentos que permiten a un individuo dotarse de la autonomía suficiente para desarrollar su proyecto personal, esto es, autodeterminarse conforme a sus aspiraciones y sus capacidades. Ello incluye unos derechos civiles que protegen a los ciudadanos frente a la posible arbitrariedad de los poderes públicos, unos derechos políticos que garantizan la capacidad individual de intervenir en el rumbo del espacio público en el que está inserto y unos derechos sociales que definen los elementos de nivelación, redistribución y justicia social necesarios y públicamente provistos para combatir la desigualdad en las oportunidades y los riesgos de exclusión social. Y engloba también, en el reconocimiento mutuo de la condición de ciudadanos, la base que hace posibles esos derechos: la conciencia de que cada uno se encuentra entre sus pares, de que la capacidad de desarrollar el proyecto personal requiere de los demás, y de que la capacidad de los demás para realizar su proyecto personal requiere, también, de uno mismo. En otras palabras, que la libertad de cada uno es condición para la libertad de todos.

En ese sentido, este modelo de ciudadanía supone un compromiso por la igualdad, por esa igualdad imprescindible para una libertad digna de tal nombre y no meramente formal, que incide en los dos flancos que más pueden verse afectados por las dinámicas desigualitarias alimentadas por la globalización. Por un lado, sitúa en su justo término los conceptos de democracia y servicios públicos. Éstas no son atribuciones intrínsecas del Estado, sino derechos del ciudadano. En otras palabras, la mayor debilidad del Estado, consecuencia de su incapacidad estructural para afrontar en solitario realidades y retos globales, no puede suponer una pérdida de calidad de la democracia ni de la protección social, en todo caso deberán replantearse a nivel global. El Estado está muy lejos de convertirse en un actor irrelevante en el nuevo escenario global, como algunos predicen, pero sí está claro que está dejando de ser el único actor, como había sido históricamente. En este nuevo contexto, la apuesta de la izquierda tiene que pasar la globalización de la ciudadanía, no en el atrincheramiento en un Estado que conserva buena parte de su centralidad, pero que ya no es el único medio desde el que transformar la realidad.

Por otro lado, el concepto de ciudadanía permite afrontar también la tensión identitaria, es decir, la erosión “por abajo” que afronta el Estado y, por tanto, la comunidad cívica y política en que se fundamenta. El hecho de reconocer unos derechos, unas libertades y unas garantías por el mero hecho de ser ciudadano, supone un antídoto contra el intento de convertir la lengua que hablas, la etnia que tienes, la fe que profesas, en un criterio de diferenciación cívica y adscripción política. En ese sentido, la ciudadanía acoge y protege la diversidad de identitades privadas de los ciudadanos, pero evita que estos parámetros (etnia, fe, lengua, costumbres) delimiten comunidades identitarias en el seno de la sociedad cuya cristalización pueda engendrar desigualdad o condicionar la autonomía de los individuos. Seremos blancos, negros o amarillos, católicos, ateos o judíos, castellanohablantes, catalanohablantes o bilingües, hombres o mujeres, rubios o morenos. Pero en la plaza pública, en la comunidad cívica, somos o queremos ser simplemente ciudadanos, es decir, personas igualmente libres en una sociedad y ante un Estado que nos reconoce como tales.

miércoles, 9 de abril de 2008

Socialdemocracia Republicana. Juan Antonio Cordero Fuertes

Juan Antonio Cordero Fuertes edita su primer libro.

Nació en 1984 en Barcelona, reside en Paris dónde termina sus estudios dentro del programa Erasmo, espacio Europeo de Educación Superior. Fue responsable coordinador del programa electoral de las autonómicas de Ciutadans. Programa, que fue copiado literalmente por el PSOE de Canarias como todo el mundo sabe.

A pesar de su juventud, tiene ya una dilatada historia como activista dentro de la izquierda no nacionalista, y es uno de nuestros más destacados compañeros de C’s. Desde aquí, mis felicitaciones y agradecimiento. Libro de necesaria lectura.

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Juan Antonio Cordero Fuertes, 2008

Los procesos de globalización, integración y entrelazamiento económico, social y cultural en marcha están revolucionando el mundo en que vivimos, haciendo emerger realidades que ponen a prueba la creatividad y el compromiso humanista del socialismo. ¿De qué hablamos cuando hablamos de libertad, de igualdad, de solidaridad? ¿Qué sociedad, qué democracia, qué ciudadanía hacen falta para que un hombre sea efectivamente dueño de su futuro? ¿Es posible un proyecto socialista en un escenario dominado por la globalización? Más aún, ¿Tiene sentido hablar de socialismo o de izquierda?

Este libro es a la vez una reivindicación y una contribución. Una reivindicación de la noción de izquierda y, más concretamente, del socialismo democrático como proyecto transformador, dinámico y abierto basado en unos valores que no pierden vigencia. Y una contribución al debate sobre su renovación, que se concreta en la Socialdemocracia Republicana y plantea una formulación del socialismo orientada hacia el principio de ciudadanía y articulada en torno a la libertad cívica.

sábado, 5 de abril de 2008

La Izquierda, hoy. Fundamentación: Libertad e Igualdad

Juan Antonio Cordero.


Cuando se piensa en la izquierda, el valor que más rápidamente se asocia a su ideario es el de igualdad. Igualdad, justicia social, redistribución. Y efectivamente, la izquierda ha sido tradicionalmente sensible a las problemáticas de desigualdad o exclusión y sus efectos sobre la libertad, la dignidad y la autonomía de las personas.

Hay quien considera que esa vocación igualitaria es incompatible con la defensa de la libertad. Como si la izquierda lanzara la igualdad contra la libertad. Sin embargo, no hay contradicción, o no tiene por qué haberla, entre libertad e igualdad. Puede haber tensiones entre dos conceptos que son diferentes, pero no necesariamente contradicción. La disyuntiva resulta, en este caso, sólo aparente: más que escoger entre una sociedad de sociedad de iguales, de pares, y una sociedad de personas libres, la izquierda aspira a una sociedad de personas igualmente libres. La igualdad no es negación de la libertad, es una condición previa. Igualdad para la libertad, por tanto; y no igualdad contra la libertad.

No voy a extenderme mucho más en este tema, sobre el que el profesor De Carreras hablará con mayor profundidad y más precisión en la conferencia del 27 de junio. Pero sí me parece interesante destacar que la tradición socialista, y en general la tradición de izquierdas, son tradiciones emancipatorias, que aspiran a la liberación del hombre. Una liberación que sólo puede alcanzarse removiendo las desigualdades, ya sean sociales, culturales, económicas, étnicas, lingüísticas, sexuales o de cualquier otro tipo, que condicionan el desarrollo de los individuos y que vienen impuestas por el entorno. El lema “Ninguna desigualdad sin responsabilidad” expresa sintéticamente esta idea: para la izquierda, no se puede hablar propiamente de libertad mientras persistan en la sociedad desigualdades o desventajas que no son imputables a los individuos.

Esta idea, este compromiso liberal, en el sentido más amplio del término, es central a lo largo de la trayectoria de la izquierda. Me gusta mencionar en ocasiones, al hilo de esta reflexión, el comentario de Pablo Iglesias, fundador del PSOE y referencia clave del socialismo español, que advertía que “quienes contraponen liberalismo y socialismo, o no conocen el primero o no saben los verdaderos objetivos del segundo”. El socialismo será liberal, en el sentido de orientado hacia la libertad, o no podrá ser socialismo. La izquierda será liberal, o no será izquierda. Libertad e izquierda, libertad y socialismo, son conceptos inseparables, y no opuestos.

De acuerdo con este planteamiento, no es cierto, o no es completamente cierto, que lo que separe la derecha de la izquierda sea que una defiende la libertad y la otra no. En absoluto: tanto la derecha moderna, la llamada derecha liberal, como la izquierda democrática, tienen un mismo referente que podemos situar en la Revolución Francesa. Una Revolución que supone también la aparición, o la consolidación, del concepto de “ciudadanía”, sobre el que volveré más adelante, y cuyo legado se recuerda en tres palabras, “Libertad, Igualdad, Fraternidad”. Tanto la izquierda democrática como la derecha liberal hacen suya esa reivindicación, por tanto, de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad, en algún sentido.

Si la distinción no es ésa, podemos preguntarnos entonces cuál es la diferencia fundamental entre derechas e izquierdas. En mi opinión, no está tanto en la defensa o no de la libertad como en la concepción de libertad que cada una tiene. ¿Qué libertad? Libertad, ¿de qué? y, ¿para qué? Estas preguntas darían para muchas y muy variadas reflexiones; yo me limitaré a apuntar una que me parece destacable. La derecha ha hecho tradicionalmente hincapié en la protección del derecho a la propiedad, en las libertades económicas, en la capacidad de disponer libremente de lo que se posee, sin interferencias, o con las mínimas interferencias, de los poderes públicos. Simplificando mucho, y por decirlo en una palabra, podríamos hablar de “libertad para tener”. La posición de la izquierda, por su parte, ha priorizado otro modelo de libertad, en el que prima la capacidad del individuo para autorrealizarse, para desarrollar sus propias capacidades independientemente de sus condicionantes económicos, culturales, etcétera. Y para ello, para que la desventaja en el punto de partida no te haga menos libre, es necesario combatir las desigualdades y apostar por un proyecto igualitario. Si hubiera que resumir la diferencia entre derecha e izquierda, simplificando mucho, podríamos decir que se contrapone la “libertad para tener” propia de la derecha, con la “libertad para ser”, para desarrollar las capacidades y las aspiraciones de cada cual, que defiende la izquierda.

jueves, 3 de abril de 2008

Los favores se pagan: Montilla subvencionó a los diarios catalanes con 17,5 millones de euros en 2007





¡¡¡Lari, Lara, larí, lará, laríiiiiiii, Larí, Laraaaaaaaa !!!!!!

Hombre, a ver, Lara, si te quedas, por toda la barba, con el petardo ese del Avui, es lógico que tu ADN pues tenga su ayudita. Cómo para esperar que el PP saque algún día los pies de las alforjas catalanas. Todo está atado y bien atado. Esta Brunete Mediática catalana es un fortín infranqueable.

El Confidencial - 03/04/2008 06:00h

Favor con favor se paga. Según datos oficiales del Diario Oficial de la Generalitat de Cataluña, José Montilla ha destinado 17.631.657 euros en subvenciones a los medios de comunicación durante el año pasado. Esta cifra supone un aumento de un 70% respecto a lo que recibieron en 2006 (10,9 millones de euros) y un 123% en relación a 2005 (7,9 millones).
La finalidad de estas ayudas resulta, como poco, cuestionable. Un estudio pormenorizado de las subvenciones aporta algunas noticias curiosas, como por ejemplo el hecho de que la web http://www.patatabrava.com/, que tiene como finalidad "ayudar a los estudiantes a sobrevivir a la dura vida de la universidad, con aquel punto picante que sólo tiene la salsa brava", recibiera 10.277 euros.
Más allá de estos casos, más o menos anecdóticos, la parte del león se la llevan lógicamente los grandes diarios, pero no siempre por motivos previsibles. Así, La Vanguardia, El País y el Periódico de Cataluña han recibido sólo en concepto de "subvención a entidades locales que programen actividades culturales relacionadas con la cultura popular y tradicional catalana durante el año 2007" la cantidad de 100.000 euros cada uno.
Nada que ver, en cualquier caso, con las magnitudes más importantes: el Periódico de Cataluña, que tiene una doble edición (catalán y castellano), ha recibido 1.263.438 euros, aparte de los 100.000 mencionados antes; le sigue el diario Avui, con 535.182 euros, de los que 275.262 millones se justifican por la puesta en marcha de una página web. La Vanguardia se ha quedado con 474.120 euros (a los que habría que sumar los 100.000 euros de los actos culturales comentados anteriormente), por lo que no es extraño que ya proyecte sacar una edición en catalán y aspirar a las mismas subvenciones que su rival El Periódico; El Punt (edición papel), periódico gerundense de referencia, 399.120 euros; El País, 339.160, y el diario gratuito ADN, de Planeta, 299.160 euros.
Internet también da para mucho: por ejemplo, la versión digital de El Punt ha recibido en este generoso reparto 276.198 euros. En este caso, no deja de resultar llamativo que no tenga web propia, porque su consulta debe realizarse a través de http://www.vilaweb.cat/. Pero Vilaweb, por su parte, también ha recibido otras subvenciones, en concreto 99.960 euros concedidos para una finalidad tan genérica como "mejoras en la redacción".
No son los únicos, claro: el diario Nació Digital se ha llevado 49.920 euros, para su consolidación; Catalonia Today, un semanal en papel, en el que participa El Punt, que malvive en kioskos, ha conseguido 49.080 euros; el Singular, que no tiene ni un año de existencia, 60.000; El Debat, 49.000, el e-notícies, 60.000, etc.
En este reparto de ayudas, los diarios comarcales no han salido mal librados: el Segre (Lleida), 184.089 euros; Diari de Girona, 136.337 euros; Regió 7 (Bages-Manresa), 113.517 euros; Diari de Tarragona, 99.960 euros y La Mañana de Lleida, 49.080 euros.

Lluvia de dinero público

El dinero ha llegado no sólo a las empresas editoriales sino también a las asociaciones que teóricamente las representan: a la Associació Catalana de Premsa i Comunicació Jove ,que quiere "reavivar el periodismo alternativo", se le ha otorgado una subvención de 90.000 euros, más que al Colegio de Periodistas, 20.000. En el exterior de Catalunya, la Associació de Premsa Forana de Mallorca obtuvo 34.320 euros.
Si uno tiene la paciencia de desgranar las 93 páginas del Diari Oficial de la Generalitat donde se desglosan las ayudas y tiene un cierto conocimiento de los nombres de las editoriales se encuentran con que el ya mencionado El Punt ha recibido en realidad mucho más dinero, porque la empresa Comercialitzadora i Editora Coordinadora Mitjans S.L. ha sido agraciada con una subvención de 599.160 euros, para ... "consolidar" El 9 Esportiu, una publicación que difícil trayectoria y que se entrega encartada en El Punt. Editorial de Periodistes ha recibido 124.440 euros para un proyecto de redefinición del semanario El Triangle. El grupo Sapiens (próximo a ERC) ha estado muy bien dotado como también como también el grupo Comunicació 21 (próximo a los socialistas) que ha recibido subvenciones en torno a 400.000 euros por muy diversos conceptos (Premsa Barcelona, Grup Comunicació 21, revista Benzina...).
Fuera de Catalunya, el editor valenciano Eliseu Climent se ha beneficiado con 142.000 euros y el editor del mallorquín Última Hora, Pedro Serra, ha recibido 49.080 euros. Un apunte curioso: este editor fue el que apoyó el tema de Joan Puig (ERC) cuando entró en la piscina de Pedro J. Ramírez.