sábado, 19 de abril de 2008

La izquierda, hoy. Adversarios clásicos de una izquierda cívica

Juan Antonio Cordero Fuertes

Hemos presentado un modelo de ciudadanía que supone, en algún sentido, una síntesis entre el ideario de la izquierda o del socialismo democrático y la realidad de unas sociedades en las que la globalización y los procesos de modernización, integración e interdependencia que de ella se siguen están actuado en sentidos quizá contradictorios, pero siempre de forma relevante. Hemos intentado esbozar, de una manera muy esquemática, qué virtudes puede tener este modelo de ciudadanía en la construcción de la sociedad de ciudadanos igualmente libres a que aspira la izquierda.

La articulación del proyecto de la izquierda entorno al modelo de ciudadanía tiene la virtud de aclarar la posición de esa concepción de la izquierda en el universo político. Es decir, permite identificar con una cierta claridad dónde están los adversarios, que son los discursos que, de una forma u otra, cuestionan esta idea de ciudadanía, y cómo de graves son las discrepancias.

El paradigma nacionalista, y por extensión cualquier forma de particularismo, es el ejemplo paradigmático del rechazo no ya a este modelo de ciudadanía, sino a cualquiera que pueda plantearse. Las ideologías de la identidad se sitúan en un esquema político previo al que inaugura la noción de ciudadanía. Permanecen en un mundo en el que las adscripciones trascendentes, a una lengua, a una fe, a una “cultura”, a una etnia, a una Historia, a un territorio, obligan y condicionan al individuo. No lo enriquecen, lo marcan como a una res de ganado. Para el particularismo, antes se es miembro de la tribu, la que sea, que persona libre. Hay unas declaraciones de un destacado líder del PSC que ilustran a la perfección esta idea: venía a decir que ellos, los miembros del PSC, eran antes catalanes que socialistas. Ésa es precisamente la antítesis de la ciudadanía: el dar mayor relevancia a una adscripción identitaria, al sitio donde naciste, en este caso, que al pensamiento libre de los individuos. Las ideologías identitarias, el nacionalismo entre ellas, resultan, en definitiva, radicalmente incompatibles con cualquier idea de ciudadanía porque no creen en la persona como sujeto de derechos, de libertades y de responsabilidades. Los sujetos son otros, naciones (naciones, y no individuos) que tienen derecho a la autodeterminación, lenguas que tienen derecho a ser conservadas y empleadas en los cines, lo quiera la gente que las habla o no, culturas con derecho a permanecer inalteradas y conservar sus ritos, aunque estos sean contrarios a la dignidad humana y a los intereses de las personas que no quieran ver lastrados sus derechos ni por lenguas, ni por culturas, ni por naciones. Y eso es un desacuerdo central, definitivo, irresoluble, con la izquierda cívica, la izquierda comprometida con el modelo de ciudadanía al que hacíamos referencia anteriormente.

La derecha liberal, y remarco lo de liberal, contempla un concepto de ciudadanía. Que no es el mismo que el de la izquierda cívica, pero se encuentra más cercano a ésta que el proyecto premoderno de cualquier ideología identitaria. Ya hemos hecho algunas consideraciones sobre la naturaleza de las diferencias entre derecha liberal e izquierda democrática, que son, por lo demás, los polos clásicos de la confrontación política en una democracia de ciudadanos, y no volveré ahora sobre ello. Ambas pueden reconocerse en la proclama revolucionaria de “Libertad, Igualdad, Fraternidad”, pero la coincidencia se acaba cuando se explorar de qué libertad, de qué igualdad y de qué fraternidad se trata, más allá de un acuerdo mínimo. Se trata, por tanto, de modelos diferentes de la ciudadanía, que redundan en concepciones diferentes de la libertad y, en consecuencia, en proyectos separados, y claramente diferenciados, para las sociedades modernas.

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