viernes, 9 de enero de 2009

No es una guerra, es una matanza




Hay muchas razones para el pesimismo. El problema palestino-israelí es causa decisiva en la permanente crisis de la región, así como factor clave en reivindicaciones islamistas


Una palabra puede definir y resumir la permanente acción del Estado de Israel, desde su creación en 1948, respecto de los anteriores ocupantes de esos territorios, los palestinos, y es la de impunidad. Es la certeza de saber que sus acciones, por brutales que sean, quedarán sin sanción, lo que le lleva a realizarlas. Cuenta además, especialmente desde la guerra de 1967, con una enorme y creciente superioridad militar que aplica, lo estamos viendo estos días una vez más, de manera inmisericorde. Ambos factores, que están relacionados, impunidad y enorme fuerza, han sido y son posibles por el respaldo absoluto, permanente y sin fisuras por parte de la Administración norteamericana de turno, la que sea. Respaldo en todos los frentes, desde suministro de armas de tecnología avanzada hasta bloqueo en Naciones Unidas de cualquier propuesta. Todo político que quiera ser algo en ese país, sea en el ejecutivo como en el legislativo, debe comenzar con una firme promesa de mantener esa llamada relación especial con Israel, deseablemente en una asamblea del lobby más poderoso, la America Israel Public Affairs Commitee (AIPAC). Si no lo hace, está perdido. Obama lo hizo ya en la campaña electoral.

Cuando Israel inicia la presente ofensiva por tierra en Gaza deja atrás, tras una semana de bombardeos, más de 470 muertos, la cuarta parte de ellos civiles, sobre todo mujeres y niños según cifras de Naciones Unidas, y más de 2.500 heridos, muchos de los cuales morirán dado el estado catastrófico de los hospitales de la Franja tras el continuado bloqueo israelí. Los muertos israelíes por cohetes lanzados por Hamas son cuatro. Estamos, como ha dicho Naciones Unidas, ante una gran catástrofe humanitaria. Por ello, resulta grotesco escuchar a los portavoces del Gobierno israelí afirmar que junto a una operación defensiva (sic) hay una operación humanitaria (sic)

El objetivo final de esta operación es un cambio de régimen en Gaza, es decir, derribar el Gobierno de Hamas, y en la decisión han jugado factores electorales en Israel. Los dos candidatos, Barak y Livni, quieren demostrar al electorado, partidario mayoritariamente de soluciones militares en un país en el que el ejército cuenta y mucho, que son tan duros o más que el otro candidato, el superduro Netanyahu. La apuesta es arriesgada porque la ofensiva anterior en el Líbano acabó con Olmert.


El problema de los territorios ocupados sólo admite una solución política y exige, se ha afirmado siempre y es cierto, la presencia como mediador de Estados Unidos, sin olvidar que la Administración israelí no es un juguete en sus manos. Pero, más importante, ese mediador debe ser lo que se llama un honrado mediador, es decir, mínimamente imparcial, requisito que la Administración norteamericana nunca ha cumplido. No sabemos si lo hará la próxima pero hay signos, como el clamoroso silencio de estos días de Obama así como el entorno de sus más próximos colaboradores, que no son muy alentadores. La Unión Europea no cuenta para Israel y además, un vez más, carece de política propia en este tema, aunque cada vez está más alineada con el amplio frente pro israelí, como lo demuestra su inoperancia en esta crisis y la reciente declaración de la Presidencia (aunque sea la República Checa) definiendo la "operación Plomo Fundido" como defensiva.

Hay muchas razones para el pesimismo. El problema palestino-israelí es causa decisiva en la permanente crisis de la región, así como factor clave en reivindicaciones islamistas. No cabe ignorar eso. Apoyar siempre, haga lo que haga, a una parte, la parte muchísimo más fuerte, el Estado de Israel, no es solución, como se ha demostrado todos estos años

Luis de Velasco 09/01/2009

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